jueves, agosto 13, 2009

Muerte Mía

todavía siento tus frías y secas venas, atravesar mi garganta: una experiencia radical y nada diferente a todo el dolor mundano que conozco.

este dolor me abraza, me avalancha dejándome de lado a la plena deriva de todo lo que sintiera,
la depresión no era un adversario, sólo un testigo sonriente de mi muerte.

Aquella noche antes de la operación, cráneo vascular, escuchaba tus pasos,
dormitaba en un sueño artificial,
entre penumbra acumulada
caminé por un sendero desconocido
gritando, intentando despertar.

en aquél cuarto de hospital tan frío, grande, aislado donde posaba desnuda, aquél lugar tan lejos de toda realidad, fuese la que fuese.
tan lúgubre y desconocido era todo que incluso la propia noche temía asomarse,

todas las ventanas se volvieron diminutos, tan celoso el lugar que quiso resguardar, su oscura naturaleza.

tanta oscuridad parecía tener vida propia que construían enormes murallas de sombras y susurros
cuando al fin "desperté", al final de la cama, se rodearon todos mis pensamientos: en realidad había despertado o había soñado que había despertado, cuando intenté levantarme me encontré con la sorpresa que sentí un enorme peso en mis hombros y espalda, estaba atada a mi cuerpo y como era eso posible, cuando tímidamente esa se acercó y me dijo en voz baja:- se llama lapsus del fin, déjate caer y podrás levantarte, porque con ese peso no podrás ir a ninguna parte, tendrás que aceptar tu condición, sino tendrás que deambular eternamente, eso sucede con la gente que no lo acepta.
-aceptar, ¿qué?
-que tus venas están igual de rígidas que las mías
y tu alma ya no es posesión de un cuerpo mal gastado.